sábado, 11 de febrero de 2017

Que es lo que hacemos mal?


Cuando veo en mi trabajo últimamente diría casi como una constante, batallas y crisis entre padres hijos, pienso ¿que es lo que hacemos mal?



¿Que hacemos mal cuando deseando tener una familia, ansiosos y orgullosos por cuidar y criar a esos pequeños, no podemos luego lidiar con ellos en su adolescencia?


Escucho padres colapsar, que transmiten a sus hijos al hacerlo su impotencia, que literalmente transpiran su íntimo deseo de imaginarse en la fantasía de enviarlos de regreso…al sitio de donde vinieron...


Padres impotentes que perdieron toda capacidad de proveer una base segura para su desarrollo serán el eje del estrés y del miedo.



Un escenario que invitará a que esos niños que crecen se aparten, se encierren, se desconecten, solo por supervivencia.


Una rápida respuesta puede ser culpabilizar a la vida moderna.


Culpabilizamos al sistema que nos demanda como consumidores, y nos lleva al insano modo de vida donde el trabajo es solo una fuente de ingreso, en vez de un ejemplo de satisfacción y logro.

Nos excusamos diciendo que debemos pagar colegios privados, vacaciones costosas, darles todo aquello que tal vez no tuvimos, y el mercado nos vende como llaves para el éxito imprescindibles.


Decimos que son los videojuegos, que son las pantallas de sus teléfonos, que es el nuevo estilo de ciudades donde crecen miles de niños que jamás podrían conocerse.  
Niños aislados en casas que se amontonan, pero cuyos habitantes se ignoran.


Decimos que el problema es el colegio, y culpabilizamos a los docentes.


Los docentes dicen que somos los padres, que esperamos que nuestros hijos reciban límites que no estamos dispuestos a instalar por temor a que los pequeños tiranos se enojen y nos hagan un escándalo...que haga que el resto de los adultos nos baje las calificaciones necesarias para sentirnos parte de una organización social que nos signifique pertenencia.


Decimos, explicamos, intelectualizamos respuestas que suenan eruditas y hasta podrían parecer ciertas.


Mi humilde impresión acerca de tanta crisis, es que todos padres e hijos nos sentimos solos.


Tremendamente solos, e inseguros.

Incapaces de hacernos cargo pues la fragilidad de nuestros recursos no nos alcanzan para hacerle frente a semejante lucha.
El estrés cotidiano supera nuestros recursos.


Desbordados buscando cubrir expectativas que crecen fuera de nuestros intereses, esperando las recompensas momentáneas, que por serlo son fugaces e intrascendentes.
Alejados de los pequeños y simples momentos de logro, de satisfacción solo por haber hecho algo que deseábamos y haber triunfado en el intento.
Y no disponemos de tiempo para cultivar las semillas del cambio. ¿
Y si los padres nos sentimos como trapecistas amateurs sin ninguna red...¿realmente podremos hacer bien nuestro trabajo?


Y miro en el seno de mi familia, y me digo.

¿ Que es lo que hice bien yo para merecer cinco hijos que no solo admiro, sino respeto y valoro en su cotidiano devenir por sus vidas?

Porque debo reconocer que mi familia tiene un tinte de atipicidad, diría…


Tal vez la respuesta haya empezado hace mucho, mucho tiempo. Tal vez mientras tejía una corbata.

Creer en la "presencia" dentro de sus vidas, tal vez es algo básico pero muchas veces somos reemplazados por alguien que cubre nuestros roles.

Siempre agradecí la ayuda que me brindaron las personas elegidas para acompañarme en este trabajo, auxiliares de madre mas que empleadas.

No fui una mamá de esas de 100% del tiempo en casa. No fui a la puerta del colegio todos los días, pero si muchos...
Trabajé, viajé, y estudié mucho.
Los dejé solos. Me sentí con culpa.
Pero siento que ellos siempre supieron que era su red, y ellos la mía.


Creo que otra diferencia fue que siempre estuve presente aún sin estar físicamente a su lado.

Lo hacía cuando comían los fideos caseros, cuando cosía sus disfraces de noche, o cuando preparaba 400 cookies para el colegio o cuando me quedaba hasta tarde repasando biología, o preparando Anatomía...o sentada en un banco esperando que salieran.

Lo hacía cuando nos metíamos en el colegio un Domingo a buscar esa carpeta olvidada...o cuando podían elegir como vestirse, desde los pantalones gigantes de la mayor, hasta los tules rosados de un vestido de 15.

La diferencia para mí estuvo también en el olorcito a sopa, en la mirada cómplice, en la seguridad incondicional que siempre busqué transmitirles.
En los cuentos inventados, en las masas de colores y el permiso para usar el colchón de tobogán por la escalera...

Eso no implicaba un sí a todo lo que deseaban.
Hubieron muchos NO.
Y muy pocos berrinches.

Implicaba un mensaje de confianza y de protección implícita, de justicia, de buen humor y de juego.


Límites siempre hubo.
Pero jamás violencia. Jamás humillación.
Hubo permiso para enojarse, y para llorar y tener miedo.
Permiso para reírse y hacer de todo algo divertido, permiso para acompañarse mutuamente en los mas duros momentos.

Estructura siempre hubo, pero jamás imposición ni demanda de obediencia.
Lavan los platos, cocinan y hacen las compras.
Un delicado equilibrio que me coloca como una madre extraterrestre hoy en día.
Diálogos hubo, y siempre con la posibilidad de saber que la equivocación podría ser mía, nunca sostuvimos una brecha ni una distancia aunque respetamos nuestros tiempos.


Peleas, crisis, conflictos, siempre hubieron en casa, pero jamás faltó el respeto mutuo, el mensaje del amor y de la validación del que tenía formas de ver las cosas diferentes.



Hubieron consecuencias y no castigos. Sobraron los abrazos y las sopitas de Vitina..

Caminamos en medias, comimos haciendo miguitas en la cama, y nos tiramos a la pileta vestidos para festejar el fin de las clases... 
Si, y no me avergüenzo por ello.





Pudieron equivocarse e intentar de nuevo.
Pudieron tomar malas decisiones, y saber que podían seguir siendo amados, sin tener que esconder los fracasos.
Jamás fueron adiestrados ni domesticados para imitar un modelo exitoso, porque firmemente no creo que el éxito sea un estándar posible.


El aliento para ser seres auténticos y fieles a sus principios, hizo que cada uno eligiera las bases de sus caminos futuros. Todos con el mismo apoyo. Todos con el mismo aliento.

Vivieron como protagonistas el amor y el respeto al prójimo.
Sin ambición ni por el poder ni el dinero, vivieron la pasión cotidiana por la vida y la vocación de servicio.
La sensibilidad ante quien nos necesitaba y la capacidad de ignorar al que nos defraudaba.

Supieron pedir perdón y dar gracias, arrepentirse y enorgullecerse.
Supieron cultivar grandes amistades, y sostenerlas.
Saben compadecerse y son tremendamente generosos.
Son líderes en su esfuerzo y son grandes defensores de sus valores.
No saben lo que es la envidia ni la codicia, ni la burla o el desprecio. Porque jamás estuvieron en el menú de nuestra mesa.
Saben elegir, por eso pierden y ganan todo el tiempo, sin abandonar sus empresas ni su lucha.
Pueden compartir una fiesta lujosa, o ayudar a construir un techo para una familia que no lo tiene.
Admiro a mis cinco hijos y en quienes se han convertido.

Algo bien, debo de haber hecho.
Todos podemos hacerlo. 

La crianza de los hijos debe ser la tarea mas maravillosa y mas desafiante que existe en el curso de nuestras vidas.

Somos hilos de diferente color, textura y diseño, y el desafío es lograr mantenernos unidos para lograr la individualidad sin enfrentar peligros mayores a nuestros propios recursos.
Cada hilo es diferente.
Unos son fuertes y coloridos, otros delgados y frágiles.
La trama que podremos crear será nuestra contención y aquel lugar seguro que cada uno necesita.
El secreto, es que no somos la locomotora y ellos son los vagones.



Somos todos una trama de hilos que se entrecruzan, que se conectan, se conocen por estrecha vecindad e íntimo contacto. Somos un maravilloso hilado que tejemos entre todos, y solo podemos sentir abrigo cuando confiamos el uno en el otro. Una trama de colores diversos, texturas diferentes, que permite aprender que entre todos somos mucho mas que solos.

De eso creo que se trata.

No es darles las mejores vacaciones, las últimas zapatillas, o el mejor colegio que esté disponible.
Para mi es mostrarles confianza, para que ellos aprendan a confiar en sus propias fortalezas. Es mostrarles también que amamos sus debilidades, y que son un todo con ellas, no maquillar ni engañarlos, es acompañarlos a frustrarse cuando se den cuenta que todo no pueden, y eso también es correcto.


Es ir caminando a su lado, y no delante tironeándoles de las manitos..arrastrándolos por el camino por la ansiedad de llevarlos adonde nosotros creemos está el futuro.


Es darles los pinceles básicos para pintar lo que quieran, es transmitirles que pueden adquirir nuevos, pero tendrán que trabajar para ello, tendrán que esforzarse y eso también les demandará tiempo.


Crecer debe ser una de las tareas mas dolorosas de la vida. Igual que parir un hijo.

Ambos momentos sublimes y sagrados, que cuestan porque implican algo muy muy grande.



Por eso, es que aún cuando somos adultos, y nos tropezamos y nos duele el alma, nada puede ser mas reconfortante que volver al abrigo de la trama que tejimos juntos.
Aunque hayamos pasado los 50, dormir en la casa de nuestros padres, implica sentir el cuidado y el calorcito añorado, y dar gracias por aun tener nuestras viejas mantas..



El abrazo que nos permita desplomarnos, y nos haga saber que siempre podremos empezar de nuevo.


Confianza, seguridad, paciencia, amor incondicional, firmeza y flexibilidad, presencia y un escenario donde podamos tejer sabiendo que vamos a equivocarnos sin perder la motivación por un nuevo intento.


Recuerdo como si fuera hoy, cuando tejí al crochet con 6 años una corbata para el día del padre. Tenía mas agujeros que puntos. Pero fue increible sentir que podría yo solita hacerlo, y que mi madre, confiara en mi capacidad fue muy bueno.

Tejamos junto a nuestros hijos, la trama que los contenga, al abrigo de ella es que tendremos la paz que nos ayude a dormirnos cada noche, sintiendo que estamos recorriendo el mejor de los caminos juntos.
La vida misma.


Norma Echavarria
11 de Febrero 2017





5 comentarios:

  1. Gracias Norma por este hermoso artículo. De mi parte, aunque no tenga hijos aún, estos blogs son los indispensables para dar forma a una visión más "real" acerca de la maternidad y paternidad.

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  2. Me encantó tu artículo, es el reflejo de lo que tu eres........se aprende leyendote, gracias !

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  3. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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