viernes, 30 de octubre de 2015

Partidas Inesperadas




Hoy quiero reflexionar acerca de las emociones de nuestros niños y jóvenes.

Pueden ser sus hijos, sus sobrinos, o sus alumnos.
Pueden ser sus pacientes.
Cuando el crecimiento, se torna un camino de cornisa, crecer se siente doloroso y disparador de inseguridad y desconfianza.

Aprender debería ser un juego, un placer, un recorrido de expresión de libertad en un entorno seguro y confiable.
Aprenden no sólo en el colegio.
No imagino un crecimiento, mas aún en la adolescencia sin crisis.
No sería concebible evitar atravesar esa difícil etapa sin ellas.
Crisis de identidad, crisis con los padres, crisis con el cambio no solo físico sino emocional.
Inundados de estímulos antes inexistentes, se ven expuestos al constante desafío de sobrevivir en el intento.

Las crisis son necesarias.

Ahora yo me pregunto, mas como madre que como psiquiatra, ¿estamos al tanto que la cifra de suicidios entre los 15 y los 24 años se ha duplicado? Sabemos que en esa franja etaria es la segunda causa de muerte después de los accidentes de tránsito?

Recientemente paralizada por el horror, seguramente por el impacto que genera la muerte de un par, mi hija de 17 años, a un mes de terminar el colegio, me contaba acerca del suicidio de un joven del último año de un secundario de la zona.

Además de abrazarla, pensamos juntas si alguien se habría dado cuenta que algo le estaba pasando.

Una sociedad consumista, focalizada en el exitismo, la inmediatez y la satisfacción a corto plazo no creo sea muy contenedora.

Padres que trabajan por necesidad o por darles mas cosas, les pueden dar menos tiempo, menos presencia, menos abrazos.

Mi deseo no es alarmar sino fomentar la reflexión en cada casa.
No es todo problema de salud mental.

El bullying es un enorme causante del desajuste emocional que los lleva a buscar intencionalmente la muerte, no es el único detonador pero es un enorme responsable en este tema.
Este año un alumno de ORT se arrojó de la terraza de un edificio en Nuñez, no logró encontrar respuestas a su sufrimiento de otra forma.
Fallamos todos.

Si dejamos de lado lo importante que es escucharlos, sostenerlos, ayudarlos a que aprendan a integrar en las diferencias, ayudarlos a desarrollar capacidades y habilidades sociales también ausentes en quienes hostigan, tal vez estemos siendo cómplices de sus suicidios.
Ignorar el sufrimiento de un niño, ignorar el aislamiento o la falta de amigos, puede ser el primer paso.

El suicidio de los adolescentes es un mensaje hacia la sociedad que los ha dejado sin el soporte imprescindible, mas que nada la mirada de aprobación, la confianza, que es su mejor antídoto cuando se envenenan de frustración o rechazo.
Y ambas situaciones serán materias a aprobar porque la vida no será siempre éxito o aprobación.

Colegios que se ocupan de cumplir con planificaciones sin mirar que les sucede en el proceso, padres focalizados en las notas, y en que cumplan sus tareas, dejan de verlos.


Es posible despertarnos aunque suene duro.

Es necesario hablar de lo que no se habla.

Es hacernos cargo de manejar con sabiduría la distancia que necesitan sin dejarlos hundirse solos en sus teléfonos viviendo un mundo inaccesible a nuestra mirada pero muy cómodo a muchos.


Cuando nuestros hijos crecen y pueden prepararse la comida solos, eso no implica no coordinar con ellos para cenar o almorzar todos juntos.

Sociedades autísticas, que fomentan así el individualismo y la incomunicación en la era de la máxima oportunidad tecnológica.

Compartamos tiempo, mirando una película, haciendo las compras, cocinando, leyendo o jugando a algún juego de mesa, barramos hojas, paseemos al perro, caminemos junto a ellos buscándolos a sus fiestas en lugar de pagar el taxi.

Volvamos a tener presente que ellos deberán atravesar sus crisis, pero es muy diferente cuando estamos cerca. Ese abrazo tiene fecha de vencimiento.
No olvidemos el valor de nuestro calor al acercarnos.

Mi dolor es enorme, mi pesar y mi pensamiento hoy está en los padres del joven de 17 o 18 años que no terminará el colegio, porque decidió que era mejor salir de escena, o fue que no pudo elegir y eligió su desesperanza.

Este es un cambio imprescindible en todos los espacios. Por favor no te quedes afuera.





Norma C. Echavarría
Médica Psiquiatra
madre de 5 hijos.

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